Ataques de pánico

¿Qué ocurre cuando inesperadamente has sentido la certeza de que algo iba tan mal dentro de ti que quizás terminase en muerte o locura?

El ataque de pánico no se considera un diagnóstico en sí mismo, ya que puede estar presente en diferentes categorías diagnósticas, por ejemplo:

  • Fobias simples o complejas
  • TOC
  • Síndrome por estrés postraumático
  • Condiciones médicas o inducidas por drogas
  • Trastorno de pánico

Entre estas, el trastorno de pánico se incluye en la categoría de trastornos de ansiedad, pero merece especial atención. Si bien todo sufrimiento mental y emocional se manifiesta físicamente hasta cierto punto, en el trastorno de pánico estas manifestaciones ocurren sin una conexión aparente con problemas psicológicos. A menudo, las personas que experimentan trastorno de pánico buscan ayuda en urgencias para tratar los síntomas físicos agudos, en lugar de acudir a una consulta psicológica para abordar el miedo. Esto se debe a que el miedo se convierte en una emoción secundaria durante un ataque de pánico: no es el miedo a morir o volverse loco, sino la experiencia real de estar muriendo o perdiendo la cordura.

El trastorno de pánico suele traducirse en una pérdida significativa de autonomía, particularmente en aquellas personas que previamente disfrutaban de un alto nivel de independencia en sus vidas.

La terapia para el trastorno de pánico no solo implica manejar la ansiedad asociada con estos episodios, sino también abordar las circunstancias que pueden haber pasado desapercibidas para la persona y que se convirtieron en precursoras de la crisis.

Este apoyo incluye comprender y validar los síntomas físicos y el miedo asociado, que a menudo resultan abrumadores para quien los experimenta. También se enfoca en técnicas de arraigo (grounding) y en la creación de un lenguaje compartido entre terapeuta y paciente, asegurando una fuerte sintonía y conexión.

Durante el proceso terapéutico, se presta especial atención a los temas de soledad y pertenencia, tanto dentro como fuera del espacio terapéutico, ya que suelen desempeñar un papel crucial en la experiencia de la persona. Además, la terapia aborda los procesos de separación, ayudando a la persona a navegar cualquier desconexión emocional o relacional que pueda haber contribuido a la situación.

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