¿Qué ocurre cuando no hemos sabido reconocer las señales de alerta de nuestro cuerpo y hemos agotado hasta la última gota de energía que teníamos para compartir?
El burnout es un proceso que surge como consecuencia del estrés laboral crónico en el cual se combinan variables de carácter personal, social y organizacional.
Es fácil entender que parte de su atención terapéutica ha de ir dirigida a educar en la necesidad de un equilibrio que permita dar respuesta a las demandas organizacionales respetando los límites personales y las necesidades sociales, es decir educar en la conciliación a la persona y a quien le emplea.
El carácter multifactorial de este sufrimiento, por otra parte, hace necesario un enfoque que atienda el resto de las variables implicadas en este proceso y un ritmo acorde al mismo.
Esto es así porque para llegar al estado de burnout la persona ya ha sobrepasado los estados de estrés, ansiedad e incluso fatiga y agotamiento hasta llegar a un nuevo momento vital en el que la recuperación exige mucho más tiempo y a veces una total redefinición de sus creencias o constructos vitales que sostuvieron la situación anterior.
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